EL CULTO DE NUESTRA SEÑORA MADRE DE LOS EMIGRANTES
“Démosle al emigrante una Madona, símbolo de Religión y de
Patria. Que sirva para hermanarlo y mantenerlo en los insustituibles valores
espirituales, tantas veces en peligro y olvidados”. Estas palabras, de santa inspiración y hondo
contenido ecuménico, pronunciadas en 1953, en Italia, por el padre Erminio da
Treviglio, de la Orden de los
Capuchinos, resumiendo sin duda la maternal preocupación de la Iglesia por los
Migrantes – de la que Monseñor Juan Bautista Scalabrini había sido desde el
siglo anterior esforzado y santo paladín – dieron origen al culto de la Virgen
María en una de sus más universales y conmovedoras advocaciones: la de Nuestra
Señora Madre de los Emigrantes, cuya primera imagen sería solemnemente coronada
en 1955 por Su Santidad Pío XII, aquel Cardenal
Pacelli que años atrás , en 1934, había dejado un recuerdo imborrable entre los
argentinos al presidir, como Legado Pontificio, las inolvidables jornadas del Congreso Eucarístico Internacional de
Buenos Aires. De allí en adelante, el culto tan lleno de universal amor se
difundiría por el mundo, uniendo en la Fe, en cualquier lugar de la tierra, a
todos los hombres de todos los pueblos, más allá de las fronteras de sus
naciones de origen, y bajo una advocación
que es, a un tiempo, símbolo de
consuelo, de esperanza y de solidaridad humana. Hoy se la venera, en Iglesias y
capillas levantadas en su honor en numerosos países.
INSIGNE HONOR PARA ARGENTINA
La Argentina, país de inmigración y maravilloso crisol de etnias,
que se confunden en un tipo humano, una de cuyas características más salientes
es la Fe en la Divinidad y la raíz cristiana de sus creencias, había de
obtener, sin duda como reconocimiento a ello, un insigne privilegio: el de
constituirse en depositaria de la primitiva imagen de Nuestra Señora Madre de
los Emigrantes, la misma que en 1955 coronara por primera vez Su Santidad Pío
XII, y que hoy se venera en nuestro Santuario.
Un hecho imprevisto, el apoyo entusiasta del entonces
Arzobispo de Milán, Monseñor Juan Bautista Montini y la infinita generosidad
del Padre Erminio da Treviglio, harían el milagro, cuando a iniciativa del
Presidente de la Asociación Argentina Amigos en Italia, el recordado y querido
Mayor Eduardo A. Olivero, su amigo de Italia, el Coronel Arduino Buri, solicitara
al Cardenal Montini una estampa o
fotografía de la imagen de Nuestra Señora Madre de los Emigrantes, para hacer
en el país una réplica destinada al culto.
Guardaba la imagen original una entidad civil integrada por
nobles, artistas y profesionales, que había sido fundada en 1962 por el Padre da Treviglio, bajo el hermoso lema “solo la
bondad rinde más bella y preciosa la
vida” : Bontá Francescana.
Pues bien; en memorable carta fechada en Milán el 27 de julio
de 1952, la Presidente de “Bontá Franciscana”, Condesa Emilrina Caravaglia, comunicaba al Mayor Olivero,
entre otros párrafos, lo siguiente: “nos declaramos sumamente complacidos de
conceder como donación a través de vuestra ilustre y benemérita Asociación, para todos los emigrantes de la
grande y noble Nación Argentina, la Sagrada Imagen de la Virgen de los
Emigrantes – símbolo de Religión y de Patria-
que tuvo en virtud de sus reflejos internacionales el singular
honor de la solemne Coronación ( privilegio reservado para las imágenes de
los más célebres e históricos Santuarios Marianos), que se llevó a cabo en Milán el 9 de octubre de 1955 en una suprema
apoteosis de gloria, por las manos de S. E. el Arzobispo Monseñor Montini, delegado del Sumo
Pontífice, con las Coronas de Oro, personalmente bendecidas por S. S.
felizmente reinante Pío XII”.
Luego de anunciar que con la Imagen se entregaría también la
donación de la Lámpara Votiva – que encendiera en el solemne acto de la
Coronación, ante las autoridades civiles, eclesiásticas y militares y
delegaciones diplomáticas de 37 naciones, la esposa del Presidente de la
República y Madrina de la ceremonia, doña Carla Gronchi – termina la carta con
estos significativos párrafos: “Místico puente entre Roma y Buenos Aires, la
Virgen de los Emigrantes dejará Italia, surcará el océano sobre la nave – altar
y llegará a Uds. festivamente recibida, para llevarles una particular Bendición
del Santo Padre y recuerdo afectuoso del Pueblo Italiano. La travesía triunfal
de la venerada imagen de la Virgen Coronada, servirá ciertamente para hermanar
siempre mejor los ánimos en la concordia y la paz, y permanecerá luego para
siempre en la gloriosa Nación Argentina, objeto de culto especial como prenda
de segura protección celeste”.
TRIUNFAL RECIBIMIENTO
Transportada en el transatlántico Giulio Césare, en un altar
especial, la Imagen llegó a Buenos aires el 16 de noviembre de 1956, acompañada
en la travesía por el propio padre Erminio da Treviglio, Director de “Bontá
Francescana”.
Comenzó allí un largo peregrinaje por distintas ciudades y pueblos del país, recibiendo la veneración de muchedumbre de fieles, la inmensa mayoría de ellos inmigrantes o descendientes de inmigrantes. En su itinerario tocó Lomas de Zamora, Quilmes, Olivos, Ciudadela, Luján, Mercedes, Bragado, Junín, Rojas y Pergamino, en la provincia de Buenos Aires; La Carlota, Río IV, Villa María, Córdoba y San Francisco, en la provincia de Córdoba; Santa Fe, Rosario y Villa Constitución, en la provincia de Santa Fe, y, nuevamente en la provincia de Buens Aires, San Nicolás, Baradero, San Pedro, Zárate y Campana. En esta última ciudad, fue trasladada a un barco de la Marina de Guerra – el Rastreador Granville- que entró a puerto de La Boca en la noche del 1º. De diciembre, 2 de diciembre, primer domingo de Adviento, por feliz coincidencia universalmente consagrado como “Día del Inmigrante”, la venerada Imagen era triunfalmente recibida por el pueblo de Buenos Aires, ante impresionante muchedumbre y en medio de actos de emocionado fervor, del que participaron las más altas autoridades civiles, eclesiásticas y militares, diplomáticos de varios países y nutridas representaciones de numerosas colectividades extranjeras, ataviadas con sus trajes típicos.
Ese mismo día se irradiaba directamente desde Roma, en la
ceremonia, un paternal mensaje al pueblo argentino del Sumo Pontífice, S.S. pío
XII, que finalizaba con la siguiente impetración: “Tú, Nuestra Señora Madre de
los Emigrantes ¿porqué no bendices especialmente a estos amantes hijos, a esta
Comisión Católica ( se refería a la Comisión Católica de la Inmigración, que
presidía Monseñor Dr. Albino Mensa), y a
cuantos con ellos cooperan?. Bendice todos sus trabajos e iniciativas y haz, si así en ello haz de complacerte, que
más tarde todos estos hijos tuyos, los argentinos de ayer y los de hoy o
mañana, iguales ante tu corazón inmaculado, puedan cantar tus glorias en el
santuario nacional del emigrante, juntamente con las de tu Hijo dulcísimo, que
con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos”.
Cumplidas las distintas ceremonias, la santa imagen (hermoso
alto relieve obra del pintor Francesco Agnesotti, del escultor Massimiliano
Stuffer y de los cinceladores Lodola y Mantegozza) es llevada a la Catedral
Metropolitana. Allí permaneció hasta el día 11 de julio de 1957, en que fue
entregada oficialmente a los Padre Scalabrinianos, que la colocarían , como
patrona de su Parroquia, en el Altar
Mayor de la Capilla de la Av. Almirante Brown, en La Boca.
En esa humilde capillita continuaría recibiendo la veneración
de los fieles hasta el día 3 de diciembre
de 1967,en la que sería llevada a su definitivo trono, en el hermoso
Santuario erigido en Catalinas Sur.
UN VERDADERO MILAGRO DE FE, DE AMOR Y SOLIDARIDAD
Fue el propio Papa Pío XII, que tan decisiva intervención
tuviera, con paternal solicitud, para que cupiera a la Argentina el honor de
albergar para siempre en el seno de su cristiano pueblo la Imagen original de
Nuestra Señora de los Emigrantes, el que encendió el devoto entusiasmo de los gestores de la iniciativa – La
Asociación Argentina Amigos de Italia, presidida entonces por el inolvidable
Mayor Eduardo A. olivero – instándolos a levantar en nuestro país un templo
digno de Ella. Así nació la iniciativa de erigir el Santuario, eligiéndose como
ubicación el barrio de La Boca, uno de los más populares de Buenos Aires,
situado en las márgenes del Riachuelo de los Navíos; allí donde Don Pedro de Mendoza clavó la
Santa Cruz al arribar al Río de la Plata
y en cuyo contorno, en el correr de los años se asentaría la más numerosa
colonia de emigrantes, la mayoría de origen italiano y en especial genoveses.
Le tocó al infatigable cruzado de tan hermosa empresa, el
Mayor Olivero, secundado por la contagiosa alegría y dinamismo del joven
párroco, Padre Adelino De Carli, encabezar
a un grupo de damas y caballeros que se dio a la tarea, integrando la
Comisión Parroquial, de promover las primeras iniciativas.